26/12/16

Por el año que viene.

Este año que ya acaba empezó para mí felicitando a la generación del 76 por sus cuarenta años de vida. Hoy, 28 de diciembre, Día de los Inocentes, cumplen esos cuarenta dos amigos, los últimos ya de esta generación mía en hacerlo. Así que, antes de nada, quiero felicitarlos desde aquí. Ambos son buenos amigos, aguileños, conocidos y, por qué no decirlo, queridos en el pueblo. Ambos saben que es a ellos a los que van dedicadas estas palabras y ambos también saben que los quiero y que los felicito desde el corazón deseándoles que podamos hacerlo dentro de otros cuarenta, como se suele decir. ¡Feliz día, amigos!

Llega, por tanto, el fin de 2016 con el inevitable balance que cada año por estas fechas nos sentamos a hacer. Para algunos, pesa más en la balanza lo bueno que lo malo, aunque lo bueno haya sido más escaso que lo malo… Quizá en mi caso sea este el resultado. Nunca he tenido muy claro qué debemos poner en la balanza de fin de año, ni cuáles son las cosas merecedoras de estar en ella, ya que, imagino, no todas son pesables o medibles… Lo que sí tengo claro, es que la balanza anual suele llenarse siempre de casi todo lo bueno que nos ha sucedido para evitar así recordar lo no tan bueno. Así, siempre podemos decir que, al fin y al cabo, el año no ha sido tan malo.

Este año que acaba ha sido para mí el año de asumir las pérdidas de 2015 y de recoger, por qué no decirlo, los frutos del esfuerzo, el trabajo y el tesón del año anterior, de avanzar por un camino en el que a veces faltaba alguien y, a veces, alguien sobraba. Ha sido un año de descubrimientos, de lágrimas y risas mezcladas a veces con una canción, un aroma, una emoción… Ha sido un año de grandes momentos de familia, de amistad, de amor y de pasión, un año en el que se han cumplido sueños, pero también se han roto esperanzas, porque lo bueno y lo malo siempre vienen, inevitablemente, de la mano. Y os aseguro que, al final, al sentarme a pensar en ese inevitable balance, ganan las nuevas emociones y los reencuentros. Hace unas semanas, uno de esos fantasmas del pasado que han vuelto a mi vida durante este año, uno de esos reencuentros, me decía que las grandes historias nunca tienen finales a la altura… Bueno, pensé, quizá tenga razón, aunque está claro que los finales de las grandes historias también hay que esforzarse en escribirlos, al igual que cada año que pasa vamos escribiendo un capítulo más de nuestra vida que se va adhiriendo a nuestro cuerpo y nuestro corazón para jamás soltarse. Y, aunque a veces desearíamos no haber tenido que sufrir esas experiencias dolorosas con que la vida nos brinda cada cierto tiempo, tenemos que reconocer que una parte del final de esa gran historia inacabada se la debemos, en gran medida, a esos capítulos que nos hubiera gustado no sufrir, pero que hacen de nosotros lo que somos año tras año. Por todo ello, el año que acaba será para mí un año inolvidable, en el que he escrito otra línea de camino al final de mi gran historia.     

Como muchos de vosotros ya sabéis, una de mis alegrías es un pequeño blog que escribo desde hace ya casi dos años. Así que supongo que también este año toca hacer un balance de lo conseguido y lo alcanzado en sus páginas. Si el 2016 empezó escribiendo para la generación del 76, artículo publicado en este periódico, siguió con el mejor y mayor logro en mi breve y escasa trayectoria literaria: el primer premio de prosa del XXIII Certamen Literario del Carnaval de Águilas, un premio que, si bien no tiene una repercusión mediática a la altura de lo que significa tener un espectáculo reconocido como de Interés Turístico Internacional como es nuestro Carnaval, sí que significó para mí un aumento de energía positiva que me empujó con fuerza a continuar adelante en este pequeño hobby que forma ya parte de mi vida de manera irremediable. Han sido muchas las personas que este año han colaborado conmigo y me han ayudado a llenar líneas y más líneas de ese rincón literario que me enseña a soñar cada día. Algunas de ellas me han enseñado cosas sobre temas que yo desconocía, otras me han prestado sus plumas de manera desinteresada y han llenado huecos de la Sección Basket, otras han compartido un rato de charla conmigo en lo que ya hoy forma parte indispensable del blog en esos “De tú a tú” que tanto nos gusta leer, y otras nos han abierto su corazón para llenarnos de vida. A todos ellos, GRACIAS, hay cosas que jamás se harían realidad sin un poco de ayuda, y yo no hubiera podido llegar hasta aquí sin todos ellos.

Me gustaría acabar este balance de 2016 con un pequeño recuerdo a las ausencias ya asumidas, esas ausencias que ahora, pasado el tiempo, nos hacen sonreír al recordarlas. Por todos ellos, dejadme que brinde “por el año que viene”, que el nuevo año nos traiga algo por lo que luchar, algo por lo que vivir, algo que merezca la pena recordar cuando el final de nuestra gran historia esté completo.

Feliz 2017.






2 comentarios:

  1. La positividad abre puertas, niña. Y tú estás abriendo palacios.

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    1. Ayer pensaba el tiempo que hace que no hablamos Miguelico.... Mil gracias por tus palabras, por leerme, por animarme y por seguir estando ahí... Mil besos a todos!! Thanks😘

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