Durante ocho meses guardé en mi “cajón desastre” seis
entradas para el conciertazo de esta
temporada en Gijón. Víctor Manuel, Víctor para los asturianos por lo que he
podido ver, decidió, como no podía ser de otro modo, acabar la gira 50Años No es Nada en su tierra, arropado
por sus paisanos y amigos.
Durante ocho meses estuve sacando las ya nombradas entradas
para mirarlas una y otra vez y asegurarme de que tanto mis padres, como mis
hermanos y nosotros íbamos a disfrutar de una fantástica noche en familia. Y me
deleitaba con aquella imagen que se dibujaba en mi cabeza: mi padre con su
americana azul marino, camisa blanca y vaqueros de chico joven en pie jaleando
a Víctor mientras este desarrollaba en el escenario aquello de “el abuelo fue
picador, allá en la mina…”. La escena imaginada no acababa ahí, sino que seguía
con el resto de nosotros, aplaudiendo entusiasmados esa canción que,
invariablemente, hace que todos se levanten de sus asientos, ya que, si hay
algo que ha pasado de generación en generación y que sin ninguna duda
continuará la tradición en casa de los García Pérez, es la historia de España
contada a través de los ojos de la preciosa Puerta de Alcalá. ¿O acaso hay un
estribillo que se repita más en este país que el consabido “¡mírala, mírala, la
Puerta de Alcalá!”?
Bien, pues tengo que deciros que la compañía del concierto
cambió casi en el último momento, ya que el destino decidió que esta vez no iba
a ser la cosa como yo pensaba. Y en lugar de tener a mi padre y su americana
enganchado del brazo de mi madre, mi familia y yo tuvimos a dos inesperados
amigos sentados junto a nosotros. Y fue genial.
Y ahora, os cuento lo mejor de lo mejor. Podéis imaginaros
que después de ocho meses esperando a que llegara el 4 de junio para ver,
después de unos cuantos años, de nuevo a Víctor Manuel, mi estado de nervios se
parecía más a una olla a presión que a cualquier otra cosa. Claro que yo, dada
la compañía, intentaba disimularlo a toda costa, porque no era plan de parecer
una histérica en público. En fin, tal era mi ansiedad que me pasé todo el día
imaginándome una escena en la que yo iba con mis seis entradas en la mano y el
chavalín de la entrada al recinto, al pasarlas por la maquinita, me decía que
nada de nada, que no valían. Y así estuvo mi cabeza hasta que, por fin, a la
hora señalada, la maquinita emitió un sonoro y alegre pitido que anunciaba que
las puertas del Palacio de Deportes de la Guía se abrían para nosotros. Y ahí
empezó una gran velada musical llena de risas, emoción, canciones de toda la
vida y algún que otro gesto de disgusto por algo que ahora os comentaré.
Intenté estar atenta para recordar cuál fue la primera
canción, la que abrió el concierto, aquella que rompió el hielo y nos dio la
bienvenida. Pues no me acuerdo. Nada. Sólo me recuerdo aplaudiendo como una
tonta con una sonrisa de oreja a oreja y sin poder parar de moverme en mi
sillita frente al escenario. Muchas fueron las canciones que siguieron a esa
primera que nos hizo entrar en calor, pero para mí, el momento álgido fue
cuando una espectacular Sole Giménez, la eterna cantante de Presuntos Implicados, salió a escena
vestida de largo a cantar, ni más ni menos, que una de las canciones más
emotivas del repertorio, “La Madre”, y su potente voz nos sobrecogió a todos
mientras narraba esta triste historia. Espectacular.
A esta le siguió mi favorita cantada por el maestro de
Mieres, “Hey, sólo pienso en ti”, para mí la mejor canción de todas las que
tiene por muchos motivos: la letra, la melodía, la emoción en su voz al
cantarla, la imagen de esos dos enamorados espiándose, intuyéndose, amándose en
silencio. Esa historia descorazonadora y emocionante a la vez; la historia de
dos vidas que se cruzan inevitablemente fruto de una desgracia, dos vidas que
consiguen vivir y amar, sin fronteras, sin reparos, sin complejos. Diré “extraordinaria”
por no repetir que la interpretación fue espectacular. De nuevo.
Inevitablemente, y con mucho pesar, os lo aseguro, tengo que
ponerle un “pero” a la actuación de este gran maestro. En varias ocasiones,
para mí más de las deseadas, Víctor hizo referencias políticas que nada tenían que
ver con el show que fuimos a ver.
Entiendo que él, y haciendo honor al nombre de su espectáculo, lleva muchos
años en esto, así que lógicamente llega un momento en el que tienes la total
libertad de aseverar ciertas cosas mientras estás en tu escenario. Quiero dejar
claro que esto no es una crítica, es una opinión, en concreto la mía, porque yo
no fui a levantar el puño, ni a ponerme en pie a aplaudir sus opiniones
políticas, sino que fui, simplemente, a disfrutar de su música, de sus letras y
de su sobrado arte durante un rato y olvidarme, precisamente, de todos los
contextos políticos que nos rodean (que no son pocos) durante unas horas de
feliz concierto.
Por lo demás, os aseguro que ha sido uno de los mejores
gastos del año, por muchas cosas, por todo, por todos. Espectáculo completo de
principio a fin en el que eché algo de menos alguna canción más en compañía de
Ana Belén, que cantó su inmortal “Contamíname” en compañía del amor de su vida,
en compañía de su Víctor Manuel, que hizo gala de que 50Años no son nada, ciertamente.
No, al menos, para él.
Enhorabuena por el espectáculo, Víctor. Inolvidable, sin
duda.
Bss.
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