Este año que ya acaba
empezó para mí felicitando a la generación del 76 por sus cuarenta años de
vida. Hoy, 28 de diciembre, Día de los Inocentes, cumplen esos cuarenta dos
amigos, los últimos ya de esta generación mía en hacerlo. Así que, antes de
nada, quiero felicitarlos desde aquí. Ambos son buenos amigos, aguileños,
conocidos y, por qué no decirlo, queridos en el pueblo. Ambos saben que es a
ellos a los que van dedicadas estas palabras y ambos también saben que los
quiero y que los felicito desde el corazón deseándoles que podamos hacerlo
dentro de otros cuarenta, como se suele decir. ¡Feliz día, amigos!
Llega, por tanto, el fin
de 2016 con el inevitable balance que cada año por estas fechas nos sentamos a
hacer. Para algunos, pesa más en la balanza lo bueno que lo malo, aunque lo
bueno haya sido más escaso que lo malo… Quizá en mi caso sea este el resultado.
Nunca he tenido muy claro qué debemos poner en la balanza de fin de año, ni
cuáles son las cosas merecedoras de estar en ella, ya que, imagino, no todas
son pesables o medibles… Lo que sí
tengo claro, es que la balanza anual suele llenarse siempre de casi todo lo
bueno que nos ha sucedido para evitar así recordar lo no tan bueno. Así,
siempre podemos decir que, al fin y al cabo, el año no ha sido tan malo.
Este año que acaba ha
sido para mí el año de asumir las pérdidas de 2015 y de recoger, por qué no
decirlo, los frutos del esfuerzo, el trabajo y el tesón del año anterior, de
avanzar por un camino en el que a veces faltaba alguien y, a veces, alguien
sobraba. Ha sido un año de descubrimientos, de lágrimas y risas mezcladas a veces
con una canción, un aroma, una emoción… Ha sido un año de grandes momentos de familia,
de amistad, de amor y de pasión, un año en el que se han cumplido sueños, pero
también se han roto esperanzas, porque lo bueno y lo malo siempre vienen,
inevitablemente, de la mano. Y os aseguro que, al final, al sentarme a pensar
en ese inevitable balance, ganan las nuevas emociones y los reencuentros. Hace
unas semanas, uno de esos fantasmas del pasado que han vuelto a mi vida durante
este año, uno de esos reencuentros, me decía que las grandes historias nunca
tienen finales a la altura… Bueno, pensé, quizá tenga razón, aunque está claro
que los finales de las grandes historias también hay que esforzarse en
escribirlos, al igual que cada año que pasa vamos escribiendo un capítulo más
de nuestra vida que se va adhiriendo a nuestro cuerpo y nuestro corazón para
jamás soltarse. Y, aunque a veces desearíamos no haber tenido que sufrir esas
experiencias dolorosas con que la vida nos brinda cada cierto tiempo, tenemos
que reconocer que una parte del final de esa gran historia inacabada se la
debemos, en gran medida, a esos capítulos que nos hubiera gustado no sufrir,
pero que hacen de nosotros lo que somos año tras año. Por todo ello, el año que
acaba será para mí un año inolvidable, en el que he escrito otra línea de
camino al final de mi gran historia.
Como muchos de vosotros
ya sabéis, una de mis alegrías es un pequeño blog que escribo desde hace ya
casi dos años. Así que supongo que también este año toca hacer un balance de lo
conseguido y lo alcanzado en sus páginas. Si el 2016 empezó escribiendo para la
generación del 76, artículo publicado en este periódico, siguió con el mejor y
mayor logro en mi breve y escasa trayectoria literaria: el primer premio de
prosa del XXIII Certamen Literario del Carnaval de Águilas, un premio que, si
bien no tiene una repercusión mediática a la altura de lo que significa tener
un espectáculo reconocido como de Interés Turístico Internacional como es
nuestro Carnaval, sí que significó para mí un aumento de energía positiva que
me empujó con fuerza a continuar adelante en este pequeño hobby que forma ya parte de mi vida de manera irremediable. Han
sido muchas las personas que este año han colaborado conmigo y me han ayudado a
llenar líneas y más líneas de ese rincón literario que me enseña a soñar cada
día. Algunas de ellas me han enseñado cosas sobre temas que yo desconocía, otras
me han prestado sus plumas de manera desinteresada y han llenado huecos de la Sección Basket, otras han compartido un rato de charla conmigo en lo que ya
hoy forma parte indispensable del blog en esos “De tú a tú” que tanto nos gusta
leer, y otras nos han abierto su corazón para llenarnos de vida. A todos ellos,
GRACIAS, hay cosas que jamás se harían realidad sin un poco de ayuda, y yo no
hubiera podido llegar hasta aquí sin todos ellos.
Me gustaría acabar este
balance de 2016 con un pequeño recuerdo a las ausencias ya asumidas, esas
ausencias que ahora, pasado el tiempo, nos hacen sonreír al recordarlas. Por
todos ellos, dejadme que brinde “por el año que viene”, que el nuevo año nos
traiga algo por lo que luchar, algo por lo que vivir, algo que merezca la pena
recordar cuando el final de nuestra gran historia esté completo.
Feliz 2017.
La positividad abre puertas, niña. Y tú estás abriendo palacios.
ResponderEliminarAyer pensaba el tiempo que hace que no hablamos Miguelico.... Mil gracias por tus palabras, por leerme, por animarme y por seguir estando ahí... Mil besos a todos!! Thanks😘
Eliminar